martes, 11 de marzo de 2008

REVERSISMO HISTORICO

Aquí os dejo un artículo de opinión de mi compañero de partido, y no obstante amigo, Vicent Sepulcre. Espero que os guste tanto como a mí.
Cierto es que con el paso de los años, la distancia con los hechos sucedidos, en ocasiones, ayudan a que la historia pueda revisarse y se realicen de este modo investigaciones que permitan cambiar ciertos aspectos dados por obvios durante mucho tiempo. Así las cosas, hace unos años surgió el denominado “revisionismo” sobre la Guerra Civil española, una tendencia centrada exclusivamente en la “revisión” de este episodio histórico, suponemos que en claro paralelismo con lo que Furet había llevado a cabo en Francia respecto a la Revolución Francesa. Sin embargo, el calificativo revisionista resulta inapropiado porque revisionismo deriva del verbo revisar, infinitivo del que han prescindido los “revisionistas” desde el punto de vista de la ciencia histórica.
A este revisionismo español más bien debiéramos denominarlo “reversismo”, palabro de nuevo cuño construido a partir de la palabra “revés”, puesto que lo que prima es fundamentalmente es la intención de darle la vuelta a las cosas. Aunque si bien lo que si es cierto, con total y absoluta seguridad, es que se produjo un golpe de estado militar contra un gobierno totalmente legítimo, elegido por sufragio universal.
No obstante estas líneas no van dedicadas a la nula entidad científica de estos revisionistas y su “obra”. No, las auténticas autoridades en materia histórica ya denunciaron en su momento con contundencia la perversión de los hechos históricos perpetrada por los revisionistas. Dado que la intención de estos no iba encaminada a la creación ciencia histórica, sino simplemente a realizar una utilización facciosa de la misma mediante la manipulación vil e interesada. Aquí nos interesa contextualizar su aparición, en tanto que fenómeno ideológico, y su repercusión en el plano social.
En efecto, estos escritores revisionistas, con sus libros , tales como “Los mitos de la guerra civil” de Pío Moa, o “Paracuellos-Katyn: un ensayo sobre el genocidio de la izquierda” de César Vidal, persiguen la generación de un mito simplón y truculento, repleto de sacerdotes, burgueses y aristócratas mártires, similar a la orgía de cabezas guillotinadas que para muchos fue la Revolución Francesa. Aunque a muchos esto nos escandalice hasta puntos indescriptibles, sin duda tiene gran capacidad de arraigo en ciertos sectores del público, que no disponen de preparación o medios (ni tienen porqué) para reparar en cuestiones tales como la mala documentación y la falsedad de las afirmaciones. Se aprecia así una intencionalidad sumamente clara y expresa de contrarrestar las ansias de una parte de la sociedad española, heredera de los derrotados, quienes tras superar la transición con miedo y un silencio todavía sorprendente deciden hablar, ahora sin miedo de lo sucedido en sus familias. A fecha de hoy nos resulta totalmente sorprendente que alguien pueda manipular la historia de un modo tan brutal, es como si estuviesen asesinando de nuevo a lo que califican como “hordas marxistas” y otra serie de descalificativos que preferimos intentar olvidar.
Estos efectos del revisionismo histórico se han manifestado claramente con la polémica generada a raíz de la puesta en marcha la polémica Ley de Memoria Histórica por parte del PSOE. Algo más que la derecha rancia de este país ha encontrado refugio espiritual entre estos libros, yendo los más osados un poco más lejos, buscando refugio en “La persecución religiosa en España durante la Segunda República (1931-1939) de Vicente Cárcel Ortí, un defensor a ultranza de este revisionismo al que podríamos añadir el calificativo de “católico”.
Pero ¿cómo puede ser que nos veamos así después de 30 años de democracia? Para responder, quizá haya que mirar un poco hacia atrás, al momento en el que surge este “reversismo”, perdón revisionismo. El contexto histórico no constituye una mera contingencia circunstancial. Es el instante del retorno victorioso de la derecha, pero también del momento álgido del descrédito del PSOE, y por ende de la izquierda. Era la ocasión idónea para emprender una acción de reivindicación de la derecha en este país, aprovechando justamente su ascenso social y político. Recordemos que se habían presentado como políticos de centro, excelentes gestores del Estado de Bienestar y reyes Midas de la prosperidad económica. Pero claro, esto no bastaba. La izquierda mantenía la reserva de legitimidad moral democrática y el mérito, no pequeño, de haber transformado e impulsado a este país hacia lo que es hoy día, mientras que en el Partido Popular desmarcarse, aunque sea en el discurso, de la afección al régimen franquista es el en mejor de los casos una tarea ardua. Había que ir a la fuente de esa legitimidad, a nuestro Big Bang, esa guerra en la que los derrotados habían logrado la victoria moral y darle la vuelta a la situación.
En definitiva, se trataba de deslegitimar y en consecuencia no se ha reparado en medios a la hora de dar eco a su “obra”, utilizando todo el aparato mediático de la derecha. Esta operación ha tenido su corolario en la usurpación del discurso y el modus operandi de la izquierda tras la derrota electoral de la derecha en 2004. Con estupefacción hemos tenido ocasión de ver a la derecha, a la seglar y a la eclesiástica, echarse a las calles de forma multitudinaria una y otra vez. Les hemos oído tildar al gobierno de totalitario y policial, de ser actuar como fascistas y nazis, de hacer cacicadas, de coartar la libertad, de ir contra la Constitución, de imponer su voluntad y desoír a la ciudadanía.
Hemos contemplado debates a favor y en contra de lo que decía el revisionismo, lo que sin duda nos lleva a la conclusión de la contaminación histórica que este revisionismo ha aportado a estos debates, en los que la derecha encuentra una justificación a los hechos acaecidos en la década de los 30, olvidándose incluso del relevante papel que ocupa en la crispación de la época el gobierno que desarrollaron los miembros de la CEDA, confederación de los partidos de derechas que llegan al poder del mismo modo que recientemente lo hicieron el Sr. Zaplana en Benidorm o la Sra. Aguirre en la Comunidad de Madrid.
Queremos pedir permiso a la derecha y a la iglesia de este país, puesto que cuando uno mira hacia Europa, se encuentra con otra derecha y otra iglesia muy diferente, para poder aplicar la Ley de La Memoria Histórica, y que de este modo algunos podamos traer a nuestros pueblos los restos de nuestros familiares que todavía reposan en fosas comunes o esparcidos por las cunetas de algunas de nuestras carreteras. Consideramos que este proceso es necesario, que verdaderamente lo necesitamos, para de este modo poder interiorizar que todo ha terminado y que de algún modo ningún español le debe nada a nadie por lo que nuestros abuelos hicieron o sufrieron, y quedemos todos de una vez a la misma altura, sin vencedores ni vencidos, y como dirían los católicos, amen.

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