Discurso de Barack Obama en la convención de Denver 29/08/2008
América es mejor que estos últimos 8 años de Bush.
Somos mejor país que eso.
Con profunda gratitud y una gran humildad, acepto vuestra nominación para la Presidencia de Estados Unidos.Somos mejor país que eso.
Hace cuatro años, estaba delante vuestro y os conté mi historia – de la breve unión de un joven de Kenia y una joven mujer de Kansas que no les iban muy bien las cosas ni eran muy conocidos, pero que compartían la creencia de que en América, su hijo podía alcanzar lo que se propusiese en su cabeza.
Es esa promesa la que ha hecho este país destacar - que con un duro trabajo y sacrificio, cada uno de nosotros puede tratar de alcanzar sus sueños y también seguir siendo parte de la familia americana para asegurarnos que la siguiente generación podrá perseguir igualmente sus sueños.
Nos encontramos en uno de esos decisivos momentos - el momento en el que nuestra nación está en guerra, nuestra economía atraviesa una situación confusa, y la promesa americana ha sido amenazada una vez más.
Esta noche, más americanos están sin trabajo y más trabajan por menos. Muchos de vosotros habéis perdido vuestros hogares y muchos más veis cómo cae en picada el valor de vuestras casas. Muchos tenéis automóviles que ahora no os podéis permitir conducir, deudas de las tarjetas de crédito que no podéis pagar, gastos de matrículas inalcanzables.
Todos estos desafíos no son todos atribuibles al Gobierno. Pero el no haberles hecho frente es la consecuencia de la descomposición de la vida política en Washington y las fallidas políticas de George W. Bush.
América es mejor que estos últimos 8 años. Somos mejor país que eso.
Este país es más decente que uno en el que una mujer de Ohio, a punto de jubilarse, se encuentra por una enfermedad en una catastrófica situación después de una dura vida de trabajo.
Este país es más generoso que aquel en el que un hombre de Indiana tiene que ver cómo la maquinaria con la que ha trabajado durante veinte años es embarcada hacia China y, turbado, ha de explicar cómo se siente fracasado al regresar a casa y contarle lo ocurrido a su familia.
Somos más compasivos que un Gobierno que permite que sus veteranos duerman en la calles y sus familias caigan en la pobreza; que permanece de brazos cruzados mientras delante de nuestros ojos se hunde una gran ciudad de América.
Esta noche, le digo al pueblo americano, a los demócratas y a los republicanos, a los independientes de toda esta gran nación. Ya basta.
Ahora no dejemos ninguna duda. El candidato republicano, John McCain, ha vestido el uniforme de nuestro país con valor y distinción, y por ello le debemos respeto y gratitud. La próxima semana, también escucharemos sobre esos momentos en los que había roto con su partido como prueba de que el puede traer el cambio que necesitamos.
Pero los hechos son claros, John McCain ha votado con George Bush el noventa por ciento de las veces. Al senador McCain le gusta hablar de juicio, pero en realidad, qué os asegura a vosotros que George Bush ha estado en más del noventa por ciento de las ocasiones acertado. No sé lo que pensáis vosotros, pero yo no estoy dispuesto a asumir sólo una posibilidad de cambio en el diez por ciento.
La verdad es que en cada uno de los asuntos, en cada uno de los que afecten a vuestra vida -salud, educación y en la economía-, el senador McCain ha sido todo, menos independiente.
Asegura que nuestra economía ha hecho grandes progresos bajo este presidente. Sostiene que los fundamentos de la economía son fuertes.
Y cuando uno de sus principales consejeros -el hombre responsable de escribir su programa económico- hablaba de la ansiedad en la que viven los americanos, dijo que estamos viviendo sólo una recesión mental y que somos, y cito textualmente, una nación de quejicas.
¿Una nación de quejitas?
¿Dígale eso a los orgullosos trabajadores de las plantas de automoción de Michigan que, después de enterarse de que iba a cerrar, todavía siguen yendo cada día a trabajar tan duro como siempre, porque saben que hay quienes cuentan con los frenos que han hecho.
Dígale eso a las familias de los militares que cargan sus problemas en silencio, sobre sus hombros, mientras ven cómo sus seres queridos parten para su tercer o cuarto o quinto despliegue. Estos no son quejicas. Trabajan duro, lo entregan todo y aún siguen sin quejarse. Estos son los americanos que yo conozco.
El senador McCain durante más de dos décadas ha estado abonado a esa vieja, desacreditada filosofía republicana -da más y más a los que más tienen y confía en que la prosperidad descienda a los demás. En Washington, lo llaman la sociedad de propietarios, pero lo que realmente significa es que estás sólo. ¿Te has quedado sin empleo? Mala suerte. ¿no tienes seguro de salud? El mercado lo resolverá.
¿Has nacido pobre? Arréglatelas con tu propio esfuerzo, aunque no puedas. Estás sólo.
Es hora de que paguen por sus fracasos. Es nuestro momento para cambiar América.
Lo veis, los demócratas tenemos una medida diferente de lo que es el progreso en este país.
Medimos el progreso por el número de personas que pueden encontrar un empleo en el que ganen lo suficiente para hacer frente a las hipotecas, que también permite un poco de dinero extra a final de mes para poder ver algún día a vuestros hijos recibir sus diplomas universitarios.
Medimos el progreso en los 23 millones de nuevos empleos que fueron creados cuando Bill Clinton era el presidente -cuando la familia media estadounidense vio subir sus ingresos hasta 7.500 dólares en vez de los 2.000 que ha caído bajo George Bush.
Nosotros medimos la fortaleza de nuestra economía no por el número de multimillonarios que tenemos o los beneficios de las empresas de la lista Fortune 500, sino si alguien con una buena idea puede tomar el riesgo y emprender un nuevo negocio, o si las camareras que viven de las propinas pueden librar un día para poder llevar al médico a su hijo enfermo sin ser despedidas - una economía que honra la dignidad del trabajo.
Las claves que empleamos para medir la fortaleza económica son si estamos cumpliendo con la promesa fundamental que ha hecho que este sea un gran país - una promesa que es la única razón por la que estoy aquí esta noche.
Porque en las caras de esos veteranos jóvenes que regresan de Irak y Afganistán, veo a mi abuelo, quien se alistó después de Pearl Harbor, marchó en las filas del Ejército de Patton y fue premiado por una nación agradecida con la oportunidad de ingresar en la universidad mediante del Acta para los veteranos.
En la cara del estudiante joven que duerme sólo tres horas antes de entrar en el turno de noche, pienso en mi mamá, quien, sóla, nos crió a mi hermana y a mí mientras trabajaba y estudiaba para un título, quien una vez recurrió a la asistencia pública para la alimentación pero todavía pudo enviarnos a las mejores universidades del país con la ayuda de los préstamos para estudiantes y las becas.
Cuando oigo a otro trabajador que me dice que su fábrica ha cerrado, recuerdo a todos aquellos hombres y mujeres del barrio sur de Chicago con quienes me solidaricé y por quienes luché hace dos años, después del cierre de la planta siderúrgica.
Y cuando oigo a una mujer que habla de las dificultades de abrir un negocio propio, pienso en mi abuela, quien progresó trabajando, desde el grupo de secretarias hasta ser supervisora, pese a los años en que no fue considerada para un ascenso por ser mujer.
No sé qué tipo de vidas cree John McCain que llevan los famosos, pero ésta ha sido la mía. Estos son mis héroes. Sus historias son las que me formaron. Y es en nombre de ellos que pretendo ganar estas elecciones y mantener nuestra promesa viva, como presidente de Estados Unidos.
¿Qué es esa promesa?
Es una promesa según la cual cada uno tiene la libertad para hacer de nuestras vidas lo que queramos, pero que también tenemos la obligación de tratarnos mutuamente con dignidad y respeto.
Es una promesa que dice que el mercado debería premiar la ambición y la innovación y generar crecimiento, pero que las empresas deberían cumplir con sus responsabilidades en cuanto a la creación de empleos americanos, vigilar por los trabajadores americanos, y atenerse a las reglas de buena conducta.
La nuestra es una promesa que dice que el gobierno no nos puede solucionar todos los problemas, pero lo que sí debe hacer es lo que no podemos hacer por nosotros mismos, Protegernos del daño y proveer a cada niño una educación adecuada, mantener nuestra agua limpia y nuestros juguetes seguros, invertir en nuevos colegios y nuevas carreteras y nueva ciencia y tecnología.
Nuestro gobierno debe trabajar por nosotros, no contra nosotros. Debe ayudarnos, no dañarnos. Debe garantizar la oportunidad no sólo a aquellos que más dinero e influencia tienen, sino a cada americano dispuesto a trabajar.
Esa es la promesa de América. La idea de que somos responsables de nosotros mismos, pero también de que nos levantaremos o caeremos juntos como una nación: la creencia fundamental de que yo soy el guardián de mi hermano: yo soy el guardián de mi hermana.
Esa es la promesa que debemos cumplir. Ese es el cambio que necesitamos ahora mismo. Por tanto, dejad que precise exactamente qué es lo que significará ese cambio si yo soy elegido Presidente.
El cambio implica un código fiscal que no premie a los "lobbys" que lo redactaron, sino a los trabajadores americanos y las pequeñas empresas que lo merecen.
A diferencia de John McCain, dejaré de conceder ventajas fiscales a las corporaciones que trasladen los empleos al extranjero, y comenzaré a darlas a las empresas que creen buenos puestos de trabajo aquí mismo en América.
Eliminaré los impuestos sobre ganancias para los pequeños negocios y empresas recién establecidas que van a crear los empleos bien remunerados y de alta tecnología del mañana.
Rebajaré los impuestos - los voy a rebajar - para el 95% de todas las familias que trabajan, porque en una economía como la nuestra lo último que se debe hacer es aumentar los impuestos para la clase media.
Y, por el bien de nuestra economía, nuestra seguridad y el futuro de nuestro planeta, estableceré una meta clara como Presidente: en un plazo de diez años, pondremos fin a nuestra dependencia respecto al petróleo de Oriente Medio.
Washington lleva 30 años hablando de nuestra adicción al petróleo, y John McCain lleva 26 de esos años allí. En este tiempo, él ha dicho "no" a las exigencias de mayor eficiencia energética de los automóviles, "no" a las inversiones en energía de fuentes renovables,"no" a los combustibles renovables. Y hoy, importamos el triple de petróleo que el día que el senador McCain asumió el cargo.
Ahora es el momento de poner fin a la adicción, y de comprender que sacar petróleo de los pozos es una medida para salir del paso, no una solución a largo plazo. Ni remotamente.
Como presidente, aprovecharé nuestros recursos de gas natural, invertiré en tecnología del carbón limpia, y encontraré la manera de aprovechar con seguridad la energía nuclear.
Ayudaré a nuestras empresas del automóvil a readaptarse, para que los automóviles de bajo consumo del futuro se construyan aquí mismo en América. Voy a facilitar que los americanos tengan suficientes recursos para comprar esos autos nuevos. Y voy a invertir 150.000 millones de dólares en la próxima década en fuentes renovables de energía que podamos costear -energía eólica, y energía solar y la próxima generación de biocombustibles; una inversión que desembocará en nuevas industrias y cinco millones de empleos que paguen bien y que nunca puedan ser externalizados.
América, ahora no es el momento de pequeños proyectos.
Ahora, es el momento de cumplir por fin nuestra obligación moral a facilitar a cada niño una educación de primera clase, porque es lo mínimo para poder competir en la economía global.
Voy a invertir en la educación de los más pequeños. Voy a reclutar a un ejército de nuevos maestros, les pagaré salarios más altos y les daré un mayor apoyo. Y, a cambio, voy a pedir un listón más alto y que se rindan cuentas. Y mantendremos nuestra promesa hecha a cada uno de los jóvenes americanos - si tú te comprometes con tu comunidad o con tu país, garantizamos que podrás pagar una enseñanza superior.
Ahora es el momento de cumplir, por fin, la promesa de un acceso aprecios razonables a cuidados sanitarios para todos y cada uno de los americanos. Si ya tenéis acceso a la Sanidad, mi proyecto supondrá el desembolso de primas más pequeñas. Si no lo tenéis, vais a poder disfrutar de la misma cobertura que los miembros del Congreso se conceden a si mismos.
Ahora es el momento de ayudar a las familias con bajas pagadas por enfermedad y mejores permisos por asuntos familiares, porque nadie en América debería tener que elegir entre salvar su empleo y cuidar a su niño o a su progenitor enfermo.
Ahora es el momento de cambiar nuestras leyes sobre quiebras para que vuestras pensiones estén protegidas por encima de las primas de los ejecutivos; y es la hora de salvaguardar la Seguridad Social para generaciones futuras.
Y ahora es el momento de cumplir la promesa del mismo salario por el mismo trabajo, porque yo quiero que mis hijas tengan exactamente las mismas oportunidades que vuestros hijos.
Ahora, muchos de esos proyectos van a costar dinero, y es por eso que he explicado de dónde va a proceder cada céntimo - cerrando los resquicios corporativos y los paraísos fiscales que no ayudan a América crecer. Pero también voy a analizar el presupuesto federal, línea por línea, eliminando los programas que no dan resultados, y mejorando y reduciendo costes en los que sí necesitamos - porque no podemos afrontar los desafíos del siglo 21 con una burocracia del siglo 20.
Sí, el Gobierno debe dar ejemplo en la dependencia energética, pero cada uno de nosotros debe ayudar a hacer nuestros hogares y negocios más eficientes.
Sí, debemos ayudar a salir de su situación a los jóvenes que caen en la delincuencia y la desesperación. Pero debemos reconocer que los programas por sí solos no pueden sustituir a los padres: que el Gobierno no puede apagar el televisor para que una niña haga sus deberes: que los padres deben asumir una mayor responsabilidad a la hora de dar el amor y la orientación que sus hijos necesitan.
La responsabilidad individual y la responsabilidad mutua: esa es la esencia de la promesa de América.
Porque mientras el senador McCain dirigía la vista hacia Irak en los días justo después del 11-S, yo me levanté para oponerme a esta guerra, sabiendo que nos iba a distraer de las auténticas amenazas que afrontamos.
Cuando John McCain dijo que podríamos "arreglárnoslas" en Afganistán, yo hablé a favor de recursos y tropas adicionales para terminar la lucha contra los terroristas que realmente nos atacaron el 11 S, y dejé claro que debemos eliminar a Osama bin Laden y sus lugartenientes si se ponen a tiro.
A John McCain le gusta decir que perseguirá a Bin Laden hasta las puertas del Infierno - pero ni siquiera se acercará a la cueva dónde vive.
Y todavía hoy, cuando mi llamamiento a establecer un marco temporal para retirar nuestras tropas de Irak ha encontrado el eco del Gobierno iraquí e incluso la administración Bush, incluso después de saber que Irak tiene un superávit de 79.000 millones de dólares mientras nosotros nos ahogamos en déficits, John McCain se queda solo en su negativa obstinada a poner fin a una guerra equivocada.
No se derrota a una red terrorista que opera en 80 países al ocupar a Irak.
No se protege a Israel y se detiene a Irán simplemente con undiscurso duro desde Washington.
No se puede realmente dar la cara por Georgia cuando se ha puesto en entredicho a nuestras alianzas con más solera.
Si John McCain quiere seguir a George Bush con más discurso duro y estrategia equivocada, es su opción - pero no es el cambio que necesitamos.
Somos el partido de Roosevelt. Somos el partido de Kennedy. Así que, no me digan que los Demócratas no defenderemos a este país. No me digan que los Demócratas no nos mantendremos seguros.
La política exterior Bush-McCain ha malgastado el patrimonio que generaciones de estadounidenses -Demócratas y Republicanos- han construido, y estamos aquí para restaurar ese patrimonio.
Como Comandante en jefe, nunca dudaré en defender a esta nación, pero no enviaré a nuestras tropas para enfrentarse al peligro sin una misión clara y un compromiso sagrado para aportarles los materiales que necesitan en la batalla y la asistencia y ayudas que se merecen cuando vuelvan a casa.
Pondré fin a esta guerra en Irak de forma responsable, y terminaré la lucha contra Al Qaeda y los Talibán en Afganistán. Reconstruiré nuestras fuerzas armadas para hacer frente a futuros conflictos. Pero también reanudaré la diplomacia dura y directa que puede impedir que Irán obtenga armas nucleares y frenar la agresión rusa.
Construiré nuestras alianzas para vencer a las amenazas del siglo XXI: el terrorismo y la proliferación nuclear, la pobreza y el genocidio, el cambio climático y la enfermedad. Y restableceré nuestro nivel moral, para que América una vez más sea esta última, mejor esperanza para todos los que acuden a la causa de la libertad, que están deseando vivir en paz y que anhelan un futuro mejor.
Los tiempos son demasiado graves, está demasiado en juego para seguir este mismo guión político. Así que pongámonos de acuerdo en que el patriotismo no tiene partido.
América, nuestra tarea no será fácil.
Una parte de que lo que se ha perdido en estos últimos ocho años no se puede medir en sueldos perdidos o mayores déficits comerciales. Lo que se ha perdido en esos últimos ochos años es nuestro sentido de una misión común -nuestro sentido de una misión superior. Y eso es lo que tenemos que restablecer.
Puede que no estamos de acuerdo sobre el aborto, pero seguramente podemos ponernos de acuerdo sobre la reducción de los embarazos no deseados en este país.
La realidad de la tenencia de armas puede ser diferente para cazadores de las zonas rurales de Ohio que para aquellos castigados por la violencia de bandas en Cleveland, pero no me digan que no podemos defender la Segunda Enmienda mientras mantengamos los AK-47 fuera de las manos de delincuentes.
Sé que hay discrepancias sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero seguramente podemos estar de acuerdo en que nuestros hermanos y hermanas gays y lesbianas se merecen poder visitar a sus seres queridos en el hospital y llevar vidas libres de la discriminación.
Los ánimos están enardecidos en cuanto a la inmigración, pero no sé a quien le beneficia cuando se separa a una madre de su hijo en la infancia o un empleador socava los sueldos estadounidenses al contratar a trabajadores ilegales.
Lo capto. Reconozco que no soy el candidato más convencional para este cargo. No encajo en el pedigrí típico, y no he pasado mi vida profesional en los pasillos de Washington.
Vosotros entendéis que en estas elecciones el mayor riesgo que podemos correr es intentarlo con las mismas viejas políticas, con los mismos viejos protagonistas y esperar una resultado diferente.
Vosotros habéis demostrado lo que nos enseña la Historia -que en un momento determinante, como éste, el cambio que necesitamos no procede de Washington. El cambio llega hasta Washington.
El cambio ocurre porque el pueblo estadounidense lo exige- porque se levanta y reivindica ideas nuevas, liderazgo nuevo, y una vida política nuevapara tiempos nuevos.
Este país nuestro tiene más riqueza que cualquier nación, pero no es eso que nos hace ricos.
Tenemos las fuerzas armadas más poderosas de la Tierra, pero no es eso lo que nos hace fuertes.
Nuestras universidades y cultura son la envidia del mundo, pero no es eso lo que hace que el mundo siga llegando a nuestras costas.
En vez de todo eso, es el espíritu americano -esa promesa americana- que nos impulsa adelante aun cuando el camino es indefinido, que nos une pese a nuestras diferencias, que nos hace fijarnos no en lo que se ve, sino en lo no visto, ese lugar mejor a la vuelta de la esquina.
Esa promesa es nuestra mejor herencia. Es una promesa que hago a mis hijas cuando las acuesto por la noche, y una promesa que vosotros hacéis a los vuestro -una promesa que ha motivado a los inmigrantes a cruzar océanos, a los pioneros a viajar al oeste; una promesa que llevó a los trabajadores hasta los piquetes y a las mujeres a aspirar al sufragio.
Y es esa promesa que hace hoy 45 años atrajo a estadounidenses desde cada rincón de esta tierra a reunirse en una explanada en Washington, ante el monumento a Jefferson, para escuchar a un joven predicador de Georgia hablar de su sueño.
Los hombres y las mujeres que se concentraron allí pudieran haber escuchado muchas cosas. Podrían haber escuchado palabras de ira y discordia. Pudieran haber sido empujados a rendirse ante el miedo y la frustración de tantos sueños demorados.
Pero lo que escucharon, en vez de eso, las personas de todas las confesiones y todos los colores, de todas las condiciones - es que en América nuestros destinos están inextricablemente unidos. Que, juntos, nuestros sueños pueden ser uno.
"No podemos andar solos", dijo el predicador. "Y mientras andamos, tenemos que jurar que siempre marcharemos hacia delante. No podemos volver atrás".
¡América, no podemos volver atrás!.
No cuando hay tanto trabajo por hacer.
No con tantos niños por educar y tantos veteranos por cuidar.
No con una economía por arreglar y ciudades por reconstruir y granjas por salvar.
No con tantas familias por proteger y tantas vidas por reparar.
¡América, no podemos volver atrás!.
No podemos andar solos.
En este momento, en estas elecciones, tenemos que prometer una vez más marchar hacia el futuro.
Que cumplamos con esa promesa -esa promesa americana- y en las palabras de la Biblia agarrarnos firmemente, sin flaquear, a la esperanza que profesamos.
Gracias.
Que Dios os bendiga y que Dios bendiga los Estados Unidos de América.
1 comentario:
Muy americano sobretodo el final "que Dios bendiga blabla,...etc". Es muy bueno el discurso solo hace falta que gobierne con la misma maestría que demuestra como orador. Lógicamente prefiero q sea el próximo presi y al ver a la compañera de MC Cain ´con más razón, vaya fascista integrista
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