Economistas y filósofos
Quedo a comer con unos amigos y, de pronto, me siento interpelado por uno de ellos: ¿qué decís los economistas sobre la crisis?, ¿qué salidas se comentan en la Facultad de Economía ante la grave situación en que nos encontramos? Es la misma voz de la calle. Algo desprevenido, sólo acierto a responder: los economistas nos hallamos en proceso de reflexión, tratando de aclararnos y debatiendo sobre las posibles soluciones al respecto; pero no existen recetas mágicas, nuestra disciplina no es una caja de herramientas de la que siempre se pueda echar mano para resolver con rapidez los problemas que se nos presentan. El amigo me mira con cierta condescendencia y parece pensar que la crisis pone en entredicho la propia ciencia económica; esa que en otras ocasiones se ha pavoneado, altiva y prepotente, frente a otras ciencias sociales. Al fin me tiende una mano: ¿y por qué no hacéis esa reflexión los economistas en conexión con los estudiosos y expertos de otras disciplinas?Creo que ello es necesario y oportuno. Siempre he pensado que la economía es una ciencia social abierta a otras disciplinas, como la geografía, la historia, la sociología, la psicología, la ciencia política o la propia filosofía. La economía se compone de un conjunto de teorías que aportan un análisis y diagnóstico sobre la evolución de la actividad económica, una actividad humana que ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Esas teorías se hallan informadas por una visión de conjunto de la sociedad en cada etapa histórica. En condiciones normales, hay una cierta vigencia de determinadas teorías, las cuales resultan bastante útiles para comprender la realidad y actuar sobre ella. Pero en períodos de crisis, se ponen en cuestión las teorías dominantes y se apuntan otras alternativas. Así, el keynesianismo fue una respuesta ante la gran depresión de los años treinta, y el propio keynesianismo se replanteó tras la crisis de los años setenta. Ahora, tras la excesiva confianza en la desregulación y el libre juego del mercado en las últimas dos décadas (que ha alimentado una enorme voracidad en medios inmobiliarios y financieros), parece preciso volver a poner un cierto orden en la evolución de las cosas; de manera que se establezcan unas bases éticas más sólidas en el sistema económico para alcanzar unas metas más satisfactorias en términos de eficiencia, estabilidad y equidad. Según los filósofos, la meta primordial de la economía habría de ser mejorar la vida de las personas; esto es, lograr un desarrollo humano sostenible. Con esa idea, una serie de filósofos y economistas han trabajado juntos en un libro que acaba de aparecer, coordinado por Adela Cortina y Gustavo Pereira, con el título de Pobreza y libertad (editorial Tecnos); un libro en el que se postulan acciones para erradicar la pobreza desde el enfoque de Amartya Sen. Es un buen ejemplo de ejercicio interdisciplinar. De manera más amplia, los economistas pueden trabajar con otros científicos sociales para que su disciplina apunte mejor al servicio de los seres humanos. Y en estos momentos de grave crisis, creo que es preciso recabar ayuda de unos y otros para responder al menos a estas dos cuestiones fundamentales: ¿qué valores necesitamos compartir para que el sistema económico funcione de forma adecuada?, ¿qué reglas se deben establecer para que se asegure el correcto funcionamiento de los mercados y las instituciones sean capaces de fomentar al mismo tiempo la solidaridad?
Articulo de Opinión de JOSEP MARIA JORDÁN GALDUF publicado en Levante-EMV
*Catedrático de Economía Aplicada. Universitat de València.
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